Oriundez

Me llama.
Su voz suena desde el otro lado del mundo con un estruendo en la voz que pareciera que ese lado tiene privados los anversos.
Le calmo diciéndole que aquí hay cuotas para las amenazas y que la repartiremos,
pero su voz dice que no entiende de nada más que de atolladero,
encaramado en parte tan escabrosa que al final es un universo formando su lado.
¿Será cierto que todo cambia?, ¿en qué zona de nosotros se esconde lo viejo
y dónde acurrucamos lo nuevo de manera que nos convenza?.
Nacen callosidades que abultan hasta la próxima orilla 
y las tocamos, casi le pasamos el alma por su relieve.
Una ola sucede a la otra
como una verdad metafísica,
el mar se relaja en sí misma y llega a la playa en una sucesión
en la que me estrello
como una nueva catástrofe esperándome.
Me llama y puedo definirlo: es
la verdad y la mentira, unidos en el pasado; 
lo profundo que sé sobre lo sencillo que desconozco;
el salto de la noche en la calma del alba,
el paso
el quedarme quieto,
el que eres de mí porque estás todavía,
lo que nunca ha existido;
la nada que tira y el todo que aguanta; el premio-la música,
el castigo,
y este ruido en la cabeza.

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