Rotas suspensiones

A veces soy sobreabundante
y al incluirme en temas, saco la nata y la vierto en el tonel, nadando con ella hasta que me avisa 
que he dicho mucho.
Confundido,
y empeñado en dejar galimatías de esto,
-una monserga para mi propio entierro-
la nata recoge mi nombre,
como si fuera una semilla dorada
que se deshizo en los dedos de hacedores
y me suelta al viento,
a diseminarme antes de tiempo.
La nata pudiera tener la intención de este cuarto que nadie construyó,
pero en realidad es un tema: lo que he sido, lo que he sido,
lo que he sido.
Saco la nata, la puedo deshacer con un solo movimiento de labios,
pero me guardo en ella, porque detrás está el mundo,
que no es azul ni rojo,
sino el mundo en días que tiene frío
y matojos y bicicletas
que esta pared aísla a la conveniencia de Gil de Biedma,
el día en un vagón
que ahora corro con mis dedos,
un paso, dos, y salto del vagón,
efímero y eterno.
Siempre el mismo tema.
Uno, dos.
Me explico:
la nata rumia siglos,
como si estuviera destilando una leyenda.

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