Resoluciones

Las manos se trenzan pendientes de los ojos
que se fugan,
al sitio de donde parecen venir las respuestas,
es decir,
ahí está el tiempo,
sus ritmos únicos,
sus estridencias que resuelven mis oídos,
todo está ahí,
como una fiera que agoniza con un tajo en la garganta,
y a la vena le brota sangre caliente.
Ahí está inatrapable,
colgado, listo
para ser engullido en una obstinación,
con la picardía de una mano retorciéndose sobre la otra.
Y desde el mismo sitio,
un paso más, un segundo más,
hago resoluciones de varios tipos: de trapo y de cera,
de condones y champaña.
Resoluciones que me ven como si fuera a ser mi último día,
que notan que las hago a pesar de ellas,
juntando mis manos suplicando que se vayan.
Machacadas en mis bolsillos, nacidas para quedarse,
se agazapan detrás de mí,
arrodillado, resolviendo: nunca más,
yo resuelvo nunca más.

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