No puedo desproveerme








No puedo desproveerme de la palabra vicio. 
Me carcome la más elemental necesidad 
que taja entre el que debo ser y el arrastrarme hasta el pozo, 
y estirar la mano hecha una cuenca, 
y sorber mi agua, y chorrearla al fin por la quijada hasta el cuello. 
Dicho de otro modo, la palabra es dura con su tono violáceo, 
reverberando de tal modo, que aún abatida, 
flota en sus átomos esperando que los reagrupe el menor descuido. 
Despierto después del reposo y me detengo 
a mirar los átomos.
Emiten unos gritos lánguidos de gato con hambre. 
No me gustan esos gatos que de todas formas se quedan.

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