Viruelas











El asunto de los malos olores me intriga.
Me intrigan dichos como "al cabo de la vejez, viruelas".  
La vejez con asuntos no resueltos me intriga más, 
una enfermedad tan anacrónica 
en la confusión sin remedio en que se debate la piel. 
Me intriga que de pronto aparezca una obviedad
y que un viejito achacoso, listo para irse de este mundo, se convierta en dicho. 
Aun así mi cabeza se convierte en una cuadrícula 
apuntando los olores, 
rellenando con  asco, 
con esa dignidad prepotente: tú que vienes del carbono 
y ya has trastocado los poderes del oxígeno 
en una lujuriosa revolcadera con el zinc, ¡fuera!

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