Mi arte
Mi arte puede que no sea tal, sino el picor de vivir
multiplicado por el ancho que tienen los ojos.
Torpe como aquel bailarín
tal vez envidie la desenvoltura natural de exponer los gestos,
cada gesto coincidiendo con funciones.
Puede ser que empiece un día con todo el nombre.
Puede ser que empiece un día con todo el nombre.
Mi arte se entrega para que una lascivia organizativa
lo ponga en el estante, pan semiduro que luego del mordisco se tira.
Acostumbrado al pan, un vividor de palabras,
este susto mío de inmediato transmuta
y cualquiera sabe que es sospechoso.
Pero sigo insistiendo (sin tenerlo claro) que tengo un arte,
y le digo al encantador de las musas etéreas que lo pruebe,
que lo extienda sin que lo entienda,
pero son proposiciones a medias y a mi arte
lo lanzan para que, al caer, se sienta inicuo.
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