Herpes
Yo no puedo saber de dónde vino el virus, de qué lugar específico.
Parece que de un resentimiento que desde la fiesta
tiene pacto secreto con el dolor.
Como una malanguita, es de agua, siempre que le eches agua se sosiega,
y recuerda el menor descuido con una fiereza de volcán.
Irrumpe en la seda del labio y ahí defeca y vomita retorciéndose,
y en cada contorsión encaja sus cuchillos que recuerdan,
memorizan el evento para el futuro.
Tengo a mi mano un veneno con aspecto inofensivo que aplico subrepticiamente
y hace que sienta al virus serpenteando,
ocultando las partes que van cayendo en la batalla.
No morirá del todo.
Para esperar hay que temblar, ese escalofrío
que hace perder el control de los músculos y al final no se espere nada.
Por lo pronto, con que deje al labio como estaba, es bueno.
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