Me lo sé de memoria

A veces todo pasa tan fugaz que uno se pregunta si la vida 

es realmente ese cuadriculado donde venimos a que nos dé la luz 

exactamente por el tiempo necesario en que arriba.

El muro es ciego y aunque abajo la claridad parece piso,

si al lado continúan espacios que no han despertado 

no serán por siempre puntos de abismo y misterios: también en ellos 

se proyecta un haz y es de dudosa significancia.

Desde el cuadriculado, la noche tiene su crimen en las líneas paralelas,

que aunque una se encorve o desarticule,

la otra sigue su curso en la motivación infinita de irse a la nada.

Sé que rodea hermética a sus figuras,

sin puntos por dónde penetrarle a su densidad;

que cierra con aristotélica barrera cada vida que comience en ella

y se quiera extender ajena, desentendida.

Si le miro el paralelismo, la blancura,

(tinte dado al azar como una angustia),

no está en la maleza negra, sino en un rayo rojo 

que los ojos no alcanzan para su bravura.


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