Este es el poema

Este es el poema. 
No hay espacio para más. 
Hay muchos esperando que me dé un trastazo, que un remolino me saque al fin los demonios y los expurgue, 
los suelte por aquí, a merodear otras mentes, a contentar otros morbos.
Pero nada sacrificaría con más gusto que este podrido pedazo que me queda por dentro.
 
Si muero cada día es por no tener fuerza en las tijeras para cortar aliento,
ser uno más que sale a la calle y se tira a caminar.
Lo sabes tú como yo: éste es el poema. 
Lo vivimos juntos porque la resignación es una gelatina que corroe, y hambrienta sangra y llora.
A mi alma la nombran los que no saben, a los que he abierto la puerta saben de la vacuidad untada en las paredes y de esa gota inmensa y eterna cayendo, cayendo, 
goteando, 
de esa gota cayendo en los pies. 
Salgo a la calle y contemplo el día. 
Qué más voy a hacer si nací con vidrios en la frente que transparenta al miedo. 
Hay figuras de horror en cada vida que me cruza, y les miro. 
Más bien les mira la gelatina que les unta embarazosa por las lenguas y la gota
también cae en sus paredes, sin elasticidad en las untadas.
De esta cosa es el poema. 
Le mido el tiempo y parece increíble que esté aquí. 
No hay muchedumbre esperando por él. 
Tú y yo tomados de la mano, y simples como esas nubes que penden al capricho de las formas, 
van quedando las caras lengüetadas por la gelatina 
que hay quien prueba y se sacude el cuerpo, erizado.

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