Todos esos colores

Todos esos colores del mar se pondrán uno sobre otro, al compás, 
y motivarán mirar fuera de uno mismo.
Los colores llegarán hasta la punta de la arena, 
donde cada partícula se descompone, 
y el aire, viciado de sí mismo, los acoge con sorpresa, 
con ese mirada azarosa de encontrar en cada fin, 
una meta.
Nos tentará sestear el miedo, 
torcer los labios para que se albeen como la sangre antes, 
justo antes de tomar la decisión.
Diremos que el rojo es el color de las sábanas 
que enternecen más que las vanidades de la luz. 
Diremos que estamos ahora viendo el mar 
porque tal vez, en las paredes hay demasiadas flores.
Cócteles de energía, rabiosos colores nos sientan aquí.
El mar al menos se atreve a jugar con los pies, 
a, meloso, besar la arena y dejarse caer en los pies de los bañistas.
Nosotros seguimos en el asiento de vuelta a existir. 
Son estúpidas las neuronas, dicen en el noticiero. 
No nos es permitido fumar: la tos, el ruido del humo, 
los grises que se colocan en los muebles
nos permiten sólo los anillos de aquel poeta en sus calles, 
el abrigo largo, los pasos en la acera. 
Alzamos la bandera, izamos colores, 
rendimos un tributo a todo de calidad permanente,
y nos dejan aquí, desteñidos.

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