La obsesión
















La obsesión de etiquetar el tiempo, decir por ejemplo hoy, hace una semana, a esta misma hora, estaba empacando mis cosas en Londres, 
se apoya en una ausencia inicial. 
Me eché por este mundo, desnudo y titiritando, y en vez de parar el temblor de un golpe, escogí el rocío.
Nadie puede ir tan rabiosamente desnudo con la piel encendida hasta llegar al puchero. Si rodea la multitud de siempre, caravanas de hombres y mujeres angustiados por la indumentaria de epidermis,  no van a ver el brillo en el ojo que no debía.
La mayoría lleva el peso de un sueño en sus pupilas,  su anemia de semillas. 
Para qué recordar que se aglutinan, se empujan los secretos, los escondidos trueques?: el
frío me lleva siempre al rocío.
Salgo y dejo que me gotee en los brazos, decidido a andar con los brazos mojados.

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