La soledad












La soledad. El momento en que nadie está cerca, y te rodea una malla de éter. 
El éter generalmente asfixia e intentas respirar y entra una modorra por la nariz que engorda la sangre y los brazos se caen a los lados. 
Miras alrededor. Con cautela, logras ver un poco más allá de la malla. 
Un mundo de moscas revoloteando por entrar. 
Se necesita un ejército para hacerles frente. Y nadie está cerca. 
No quieres averiguar dónde se han ido. Muchísimas oportunidades de que se despejen las encrucijadas y el éter se aprovecha. 
Detestas la malla que el éter utiliza. 
Defines que lo que deseas es respirar. Todos se han alejado y ahora aquí, este estado que dejan.
No te queda otra opción que mirar las moscas, ociosas, inacabables, 
con un mechón negro empinado con el que atacan la red.
Los ojos de repente explotan hacia adentro en un ramalazo de vergüenza.
El famoso nudo busca refugio en su escondite detrás del habla.
Tú dejas que los ojos recorran el vacío, y los depositas de nuevo en la tierra, mojados, estériles.
Tú has dejado que más alante empiece el fin.
Nada va a comenzar de nuevo, son sólo tú y la tentación de tú y el fin.

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